Artículo elaborado por Meteoclimática, iniciativa del CREAF, con contribución de AEMET
Junio se ha ido por la puerta grande con una ola de calor en gran parte del territorio de la Península y Baleares, y coronándose como el más cálido de la serie histórica, según Aemet. El origen está en el cambio climático causado por la actividad humana, que genera un exceso de gases de efecto invernadero y una acumulación de calor, no solo en nuestra atmósfera y en los ecosistemas terrestres, sino también marinos y, en especial, en el Mediterráneo. Allí se han registrado temperaturas hasta cinco grados por encima de la media para esta fecha del año.
¿Cómo ha cambiado el Mediterráneo en cuatro décadas?
Si analizamos las temperaturas medias del verano del Mediterráneo desde 1986, podemos ver que las temperaturas han ido aumentando de forma progresiva a lo largo de los últimos 40 años, aunque los últimos años han sido especialmente extremos para la cuenca.
La temperatura media más alta para el verano —del 1 de junio al 31 de agosto— entre los años 1986 y 1995 fue de 28,4 °C y se registró en las aguas próximas al canal de Suez, en Egipto. La mínima se dio en el extremo opuesto, justo en estrecho de Gibraltar, con 19,1 °C. Si lo comparamos con los datos de la última década, la temperatura más alta se localiza en la misma zona, pero es 1,5 °C superior a la de hace tres décadas. La más baja también se registra en la zona próxima al Estrecho y se mantiene estable en 19,2 °C.

Desde 1986, las temperaturas del mar en la cuenca muestran una evolución clara. Primero, fueron más frías que la media (que fue de 22,6 °C) hasta finales de los 90. Luego comenzó una etapa de calentamiento, algo irregular al principio, pero con picos como el de 2003 (+1,14 °C). En la última década, el aumento se ha acelerado: 2023 y 2024 registraron anomalías récord, con temperaturas más de un grado por encima de lo habitual (1,38 °C y 1,25 °C más, respectivamente).
El impacto de la crisis climática, playa a playa
De las más de 3.500 playas de España, las más afectadas por el incremento de las temperaturas de las últimas décadas son las murcianas y, concretamente, las que se encuentran dentro del mar Menor.
La playa de Las Palmeras, en Los Alcázares, es la que mayores anomalías de temperatura ha registrado en los últimos 40 años en todo el litoral mediterráneo. En 1986, la temperatura media de sus aguas era de 24 °C, mientras que el pasado verano alcanzó los 26,6 °C. El pico más alto de la serie se produjo en 2023, cuando la media sobrepasó los 27 °C.
A continuación, se puede consultar esta gráfica para las siguientes comunidades: Andalucía, Cataluña, Comunitat Valenciana y Canarias1.




Consecuencias de un Mediterráneo caliente
Aunque no existe una definición oficial y universal de lo que constituye una ola de calor marina —como tampoco la hay para las terrestres—, portavoces del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA-CSIC) consultadas coinciden en que, en el contexto actual, todos los modelos de análisis apuntan en la misma dirección: el Mediterráneo está atravesando una ola de calor. En concreto, desde principios de junio, aproximadamente, en el Mediterráneo Occidental. Como ocurre en tierra firme, estos eventos extremos en el mar son cada vez más frecuentes e intensos.
Daniel Argüeso, investigador de la Universidad de las Islas Baleares, advierte que un mar Mediterráneo muy cálido puede actuar como un factor de riesgo en la formación de tormentas severas, especialmente entre finales de verano y comienzos de otoño. El calor acumulado en la superficie marina aporta energía y humedad, ingredientes clave para el desarrollo de fenómenos tormentosos. Sin embargo, no es el único elemento necesario: para que estas tormentas se materialicen, también debe haber inestabilidad atmosférica, como la llegada de masas de aire frío en altura. Es en la combinación de estos factores donde se multiplican las posibilidades de que se formen episodios intensos.
Aun así, Argüeso subraya que este tipo de tormentas extremas, por definición, son poco frecuentes y muy variables, lo que dificulta detectar una señal clara del cambio climático en los extremos de precipitación en el Mediterráneo. Los estudios más recientes indican que, por ahora, esa variabilidad natural sigue predominando. Un mar más cálido favorece las condiciones necesarias para que se den estos eventos, pero no los garantiza: su aparición depende también del comportamiento de la atmósfera.
José Ángel Núñez Mora, Jefe de Climatología de AEMET en la Comunitat Valenciana, destaca que el calentamiento del aire y del mar observado en las últimas décadas está muy relacionado con variaciones de ciertos componentes del ciclo hidrológico y de los sistemas hidrológicos, entre ellos el aumento de la evaporación y el aumento del vapor de agua atmosférico y, consecuentemente, un mayor poder de liberación de calor latente cuando se desarrollan los fenómenos convectivos presentes en situaciones de lluvias torrenciales otoñales.
Núñez añade que, coherente con el calentamiento observado, que ha sido más intenso en los meses de verano, tanto en la temperatura del mar como del aire, en las últimas décadas se ha producido un incremento de la evaporación en esta estación. Así, gran parte de este flujo de humedad desde la superficie hacia la atmósfera se traduce en un notable incremento del total de agua en la columna atmosférica sobre la superficie del Mediterráneo occidental con lo que no solo hay mayor disponibilidad energética, sino también más humedad, lo que puede derivar en fenómenos meteorológicos más intensos y torrenciales cuando se produce la configuración atmosférica adecuada.
Finalmente, Núñez recuerda que el mar cálido es condición necesaria para que se produzcan las lluvias torrenciales, por eso se producen a final de verano o en otoño y no en invierno o en primavera (en invierno y primavera suele primar la persistencia sobre la torrencialidad), pero no es condición suficiente que el mar esté cálido. Se necesita una configuración atmosférica adecuada y, si se produce, la importancia de la temperatura del mar será relativa a la masa de aire que lo sobrevuela, es decir, a la diferencia de temperatura entre el aire y el mar, pero si no se produce la situación atmosférica adecuada, el mar por sí mismo no es capaz de generar lluvias torrenciales.
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- Los lugares representados son una selección de playas de más de 800 metros de longitud. Se ha empleado este dataset para el periodo (1986-2024) y este para el año 2025. Se ha calculado la temperatura asociando a cada punto la media de los tres puntos más cercanos a cada playa para cada verano.
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