
La Agencia Espacial Europea (ESA) ha conseguido algo poco habitual: mejorar de forma notable el cálculo de la órbita del cometa interestelar 3I/ATLAS gracias a una mirada “externa” desde la órbita de Marte. El orbitador ExoMars Trace Gas Orbiter (TGO) añadió un segundo punto de vista al de los observatorios en la Tierra, permitiendo ajustar su trayectoria con mucha más finura.
Según los equipos de la agencia, la nueva solución orbital reduce la incertidumbre en un factor de diez. Este refinamiento llega en el momento oportuno: el cometa recorre el Sistema Solar a gran velocidad y, aunque no supone una amenaza, disponer de efemérides precisas facilita tanto la ciencia como los ensayos de defensa planetaria.
Una nueva perspectiva desde Marte mejora el cálculo

Hasta septiembre, la posición de 3I/ATLAS se determinaba solo con telescopios terrestres. Entre el 1 y el 7 de octubre, TGO cambió el juego: observó el cometa desde la órbita marciana, justo cuando este pasó relativamente cerca del planeta rojo, con una aproximación mínima de en torno a 30 millones de kilómetros el 3 de octubre.
Con esa geometría, la ESA pudo combinar las mediciones “desde casa” (la Tierra) con un ángulo adicional desde Marte y realizar una triangulación muy potente. La consecuencia directa fue un salto claro en la calidad de las , clave para programar observaciones de seguimiento y comprender mejor la dinámica de un visitante de trayectoria abierta.
El equipo subraya que el resultado superó lo previsto: se esperaba una mejora modesta, pero la reducción del error logró un factor x10. Dado que el cometa viaja a velocidades del orden de centenares de miles de km/h, cada kilómetro ganado en precisión cuenta para medir coma, colas y actividad tras el perihelio.
De CaSSIS a las efemérides: así se afinó la órbita

El instrumento CaSSIS, diseñado para cartografiar la superficie marciana con alta resolución, se utilizó de forma poco convencional: apuntó al cielo para capturar a 3I/ATLAS sobre un fondo estrellado. Esa maniobra exigió considerar con detalle la posición exacta del orbitador, que gira rápidamente alrededor de Marte, algo que no suele ser necesario en observaciones desde instalaciones fijas en la Tierra.
La complejidad técnica mereció la pena. Las medidas derivadas fueron lo bastante precisas como para que el Minor Planet Center (MPC) —el repositorio internacional de astrometría de cometas y asteroides— aceptase por primera vez observaciones oficiales desde una nave en órbita de otro planeta. No es solo un hito científico; también abre la puerta a protocolos operativos que podrán repetirse con otros objetos esquivos.
Integrar los datos de CaSSIS con los de observatorios terrestres requirió coordinar equipos de dinámica de vuelo, instrumentación y análisis científico. Ese trabajo conjunto permitió modelar con menos “ruido” la trayectoria del cometa y ofrecer efemérides más fiables a la comunidad observacional.
Un ensayo útil para la defensa planetaria
En este contexto, la ESA recuerda que combinar plataformas interplanetarias con telescopios terrestres puede marcar la diferencia. Si algún día fuera necesario, una configuración similar permitiría acotar órbitas con mayor rapidez y anticipación, mejorando los márgenes de alerta en escenarios de defensa planetaria.
Qué viene ahora: JUICE, NeoMIR y Comet Interceptor
Tras el paso por el perihelio a finales de octubre, el cometa fue observado también por la sonda europea JUICE en noviembre, en un periodo de alta actividad. Se espera que los datos científicos estén disponibles a partir de principios de 2026, lo que aportará contexto físico a la trayectoria ya refinada.
Mirando un poco más allá, Europa prepara capacidades específicas: NeoMIR vigilará el “lado ciego” que el brillo solar crea para la detección desde tierra, y Comet Interceptor está concebida para interceptar un cometa poco estudiado —con la posibilidad de que sea también interestelar. Ambas misiones refuerzan un enfoque europeo donde ciencia y preparación operan de la mano.
Con todo este trabajo, la ESA ha demostrado que observar desde Marte no es solo una proeza técnica, sino una herramienta práctica: una manera efectiva de clavar la órbita de un cometa forastero y de ensayar, en la vida real, cómo debería funcionar una futura red interplanetaria de vigilancia del cielo.











