
El ozono troposférico ha dado un salto preocupante en España tras un verano inusualmente cálido, con dos olas de calor prolongadas que han favorecido su formación. El análisis de casi 500 estaciones oficiales sitúa 2025 con los niveles más altos de la última década, un escenario que recupera dinámicas previas a la pandemia y que vuelve a poner el foco en la salud pública.
Más allá de los picos puntuales, la carga sanitaria es notable: la Agencia Europea de Medio Ambiente estima hasta 10.000 muertes prematuras al año en nuestro país asociadas al ozono, y el Instituto de Salud Carlos III ha calculado este verano un exceso de 3.840 fallecimientos vinculados a la combinación de calor extremo y mala calidad del aire, con el ozono troposférico como protagonista.
Olas de calor, récords y cifras clave

El informe de Ecologistas en Acción, basado en datos del 1 de enero al 30 de septiembre, toma como referencia el nuevo objetivo de la Unión Europea aplicable en 2030. Con ese listón, más de 12 millones de personas respiraron aire que lo incumple en el trienio 2023-2025; con el valor legal aún vigente, la cifra cae a unos 8 millones. Si se usa la guía de la OMS, mucho más estricta, la exposición alcanza 47 millones de habitantes, prácticamente toda la población.
El 2025 también destaca por la recurrencia de episodios: hasta el 30 de septiembre se registraron 320 superaciones del umbral de información, el mayor número desde 2015, y una frecuencia de excedencias un 5% superior a la media de 2012-2019. Estas puntas se concentraron sobre todo en la Comunidad de Madrid y Cataluña durante los días más tórridos. Los episodios de ozono son cada vez más frecuentes y prolongados.
El ozono a ras de suelo no se emite directamente: es un contaminante secundario que surge cuando la radiación solar actúa sobre precursores como los óxidos de nitrógeno del tráfico rodado, los compuestos orgánicos volátiles de usos industriales y solventes, y el metano ligado a la ganadería intensiva y a la gestión de residuos. De ahí su auge en primavera y verano, y su mayor impacto en áreas suburbanas y rurales influenciadas por las emisiones urbanas e industriales.
Por territorios, la Comunidad de Madrid encabeza la contaminación por ozono, con casi todas las estaciones por encima del nuevo objetivo europeo. También repuntaron Andalucía, el litoral mediterráneo (Baleares, Cataluña, Región de Murcia y Melilla), Castilla y León y Extremadura; en cambio, se detectaron descensos en el Valle del Ebro, la cornisa cantábrica, Castilla-La Mancha, la Comunitat Valenciana y Canarias.
En el trienio 2023-2025, 26 zonas de Andalucía, Baleares, Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunitat Valenciana, Extremadura, Comunidad de Madrid y Región de Murcia incumplieron el objetivo legal vigente. Si se aplica el nuevo estándar de 2030, el mapa se amplía a una treintena de áreas con 18 millones de habitantes afectados.
Impacto sanitario, gestión pública y qué se propone

Respirar ozono deteriora el sistema respiratorio y cardiovascular, y se ha asociado a efectos neurológicos. El Instituto de Salud Carlos III vincula al O3 en torno a 23.000 ingresos urgentes anuales, y entre mayores de 65 años explica buena parte de las atenciones por infecciones del tracto respiratorio superior. Los días de máximo calor y estabilidad atmosférica son los más críticos.
La respuesta institucional no está a la altura del problema, según la ONG: persisten avisos insuficientes y falta de protocolos eficaces. En 2025, gobiernos como Aragón, Asturias, Extremadura y País Vasco no emitieron alertas pese a superar umbrales, mientras otras comunidades se limitaron a comunicaciones rutinarias con baja difusión.
En el plano normativo, se reclama la aprobación urgente de un Plan Nacional de Ozono, tras años de trabajos preparatorios, y la elaboración de planes autonómicos en las regiones que aún carecen de ellos. Hay además pronunciamientos judiciales que instan a cumplir la normativa de calidad del aire vigente desde 2010, con objetivos más exigentes ya aprobados para 2030 a nivel europeo.
¿Qué funcionaría? Reducir precursores es clave: menos tráfico motorizado y zonas de bajas emisiones efectivas, electrificación del transporte público, sustitución de disolventes orgánicos por agua, ahorro energético, despliegue ordenado de renovables, áreas de control de emisiones en el Mediterráneo y Atlántico Nordeste, y fiscalidad ambiental sobre diésel y aviación. También se proponen compostar biorresiduos y una moratoria a nuevas macrogranjas para contener el metano.
El ozono también pasa factura al campo y a los ecosistemas: al penetrar por los estomas, daña tejidos vegetales, reduce rendimientos y frena el crecimiento forestal. Estudios europeos han cuantificado pérdidas en cultivos como trigo y patata, y sitúan a España y al sur de Europa entre las zonas más vulnerables por su elevada radiación y la duración de los episodios estivales.










