
El debate ha estallado en la comunidad astronómica por la propuesta de Avi Loeb, profesor en Harvard, que sugiere la posibilidad de que 3I/ATLAS sea una nave alienígena. Se trata del tercer objeto interestelar detectado en nuestro vecindario, un visitante raro que, por su comportamiento y química, está dando mucho que hablar.
Mientras las redes amplifican la teoría más llamativa, los datos y el análisis de agencias y observatorios apuntan a un cometa de origen natural con rasgos poco comunes. Con voces europeas y españolas en primera línea, el caso se examina con lupa para separar las hipótesis de la evidencia observacional.
Qué sostiene Avi Loeb y en qué se apoya
La hipótesis de Loeb no se presenta como una conclusión, sino como un escenario que, según él, no debería descartarse sin contrastar. El físico argumenta que la trayectoria de 3I/ATLAS, muy alineada con el plano de los planetas y con pasos cercanos a Marte, Venus y Júpiter, es estadísticamente llamativa para un visitante al azar.
También pone el foco en fenómenos ópticos y morfológicos, como la anticola aparente (una estructura de polvo que parece apuntar hacia el Sol) y episodios de coloración azulada asociados a emisiones gaseosas, que para Loeb podrían encajar con maniobras o actividad no natural en el entorno del objeto.
En el plano químico, el astrofísico subraya una proporción inusual de CO₂ respecto al agua y señales de níquel, junto con firmas ópticas poco frecuentes (polarización negativa intensa) que, a su juicio, merecen contemplar hipótesis tecnológicas junto a las naturales.
Finalmente, el perihelio —su punto más cercano al Sol— es citado como instante idóneo para un cambio de rumbo eficiente (efecto Oberth). Loeb especuló con la posibilidad de maniobras o despliegue de sondas, a la espera de imágenes y medidas de mayor resolución para sostener o refutar esa idea.

Qué dicen los datos y la comunidad científica
Especialistas de la ESA y astrónomos europeos recuerdan que, con lo observado hasta ahora, 3I/ATLAS encaja mejor con un cometa interestelar peculiar que con un artefacto tecnológico. Michael Kueppers (ESA) destaca que la química anómala puede explicarse por un entorno de formación más frío y procesos de evolución en su largo viaje.
La llamada anticola, que centró parte de las sospechas, tiene una explicación geométrica: cuando la Tierra se alinea con el plano orbital del cometa, el polvo puede aparentar apuntar hacia el Sol, un efecto de perspectiva conocido por los cometas más estudiados.
Además, observaciones recientes han detectado actividad cometaria clásica —coma, expulsión de agua y CO₂— y un tamaño de núcleo compatible con un cometa. Astrónomos como Elena Manjavacas insisten en que, por parsimonia científica, la opción natural es la más probable mientras no aparezcan pruebas directas de tecnología.
Por otro lado, la campaña internacional coordinada por la IAWN no es un plan de defensa, sino un esfuerzo rutinario para refinar órbitas y composición en objetos singulares. No hay riesgo de impacto: las trayectorias calculadas sitúan su mínima distancia a unos 270 millones de kilómetros de la Tierra.

Seguimiento desde Europa y cómo observarlo
Europa aporta instrumentos clave: misiones como ExoMars TGO y Mars Express de la ESA captaron el tenue resplandor del cometa durante su paso por el entorno marciano, y telescopios del continente siguen midiendo brillo y espectros para perfilar su química.
En España, profesionales y aficionados se coordinan con la red internacional para aportar astrometría y fotometría. Cuando la geometría lo permite, el objeto se localiza al amanecer bajo en el horizonte este; su brillo es débil, por lo que se recomienda telescopio pequeño o mediano en cielos oscuros.
De cara a su fase posperihelio, los equipos europeos esperan ventanas de observación útiles para confirmar tendencias en su actividad (desgasificación, variaciones de color y polarización) y mejorar modelos sobre la diversidad de cometas interestelares.
Para quienes quieran intentarlo desde la península ibérica, conviene evitar la Luna brillante, consultar efemérides actualizadas y planificar sesiones cerca de la Luna nueva. El seguimiento ciudadano aporta datos valiosos cuando se integra en redes de reporte estandarizadas.

Hechos verificados y rumores: lo que conviene tener claro
Han circulado afirmaciones sobre un presunto protocolo de defensa planetaria activado; las agencias y la IAWN lo niegan: se trata de una campaña científica de observación, coordinada y anunciada de forma pública, sin medidas de emergencia.
También se ha hablado de imágenes «retenidas» por la NASA. La agencia explicó que los retrasos administrativos por el cierre gubernamental afectaron la publicación de algunos datos, entre ellos capturas de HiRISE desde la órbita de Marte, un asunto logístico más que conspirativo.
Loeb ha pedido mayor celeridad y transparencia y ha llevado el asunto al ámbito político en EE. UU., pero la comunidad mantiene el foco en la evidencia: espectros, fotometría y astrometría independientes que se comparten en repositorios abiertos cuando están validados.
Ante el ruido informativo, los observatorios recomiendan contrastar fuentes científicas, diferenciar hipótesis de resultados revisados por pares y desconfiar de lecturas sensacionalistas que omitan incertidumbres, rangos de error o el contexto geométrico de las observaciones.

Con todo lo aprendido, el caso 3I/ATLAS refleja cómo la ciencia contrasta hipótesis extraordinarias con mediciones sobrias: hoy encaja mejor la explicación de un cometa interestelar raro —químicamente rico en CO₂, pobre en agua y con efectos ópticos poco habituales— que la de una nave; si nuevos datos sólidos fueran en otra dirección, el escrutinio europeo y global está preparado para detectarlo.










