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Hielo más antiguo de la Antártida

En una de las regiones más inhóspitas del planeta, las colinas Allan, un equipo internacional ha recuperado fragmentos de hielo con aire atrapado de una edad excepcional. Este material, datado de forma directa, apunta a ser el hielo más antiguo identificado hasta ahora en la Antártida.

La investigación, publicada en PNAS y liderada por el consorcio COLDEX con la participación de especialistas de universidades estadounidenses, aporta pruebas directas sobre el clima de hace varios millones de años y abre nuevas vías para entender cómo responden las capas de hielo y el nivel del mar a cambios prolongados de temperatura.

Hielo antiguo de la Antártida

Qué se ha encontrado y por qué es relevante

Las muestras extraídas contienen burbujas de aire fosilizadas que conservan la composición de la atmósfera de hace hasta seis millones de años, un periodo con temperaturas globales más altas y mares más elevados que los actuales.

Ese aire antiguo permite medir de primera mano gases y señales isotópicas, convirtiendo cada tramo de hielo en una suerte de ventana directa al pasado atmosférico sin depender de indicios indirectos.

Aunque no forman un registro continuo, las muestras constituyen una “biblioteca” de escenas climáticas que amplía de forma drástica la cronología cubierta por los testigos de hielo conocidos hasta ahora.

Desde el punto de vista científico, disponer de aire encapsulado tan antiguo permite contrastar niveles pretéritos de gases de efecto invernadero y patrones de temperatura con los actuales para afinar modelos de proyección.

El trabajo ha sido coordinado por COLDEX con investigadores como Sarah Shackleton (Woods Hole) y John Higgins (Princeton), con apoyo logístico del Programa Antártico de EE. UU. y centros de perforación y curación de testigos.

Antártida hielo más antiguo

Por qué Allan Hills conserva hielo tan antiguo

La zona de hielo azul de Allan Hills combina topografía montañosa, flujos glaciales que afloran capas antiguas y vientos intensos que barren la nieve reciente, factores que facilitan la preservación de hielo muy viejo cerca de la superficie.

Esta configuración permite recuperar material relevante perforando entre 100 y 200 metros de profundidad, lejos de los más de 2.000 metros necesarios en el interior del continente para obtener registros continuos.

Las condiciones extremas del enclave —viento persistente y frío que ralentiza el hielo casi hasta detenerlo— dificultan el trabajo de campo, pero son las que han hecho posible encontrar estas capas tan antiguas.

Los equipos mantuvieron campañas durante meses en emplazamientos remotos, seleccionando puntos donde la dinámica del hielo empuja material milenario hacia la superficie y facilita su acceso con perforación somera.

En paralelo, se identificaron zonas con hielo basal poco burbujeado cuyo origen y edad exacta se están estudiando, posiblemente vinculadas a antiguos avances de la capa de hielo de la Antártida Oriental.

Cómo se dató el hielo y qué revela

El equipo aplicó datación directa con un isótopo del gas noble argón medido en el aire atrapado, una técnica que evita inferencias a partir de sedimentos o rasgos asociados.

Además, las mediciones de isótopos de oxígeno en el hielo muestran un enfriamiento progresivo de aproximadamente 12 ºC en la región durante los últimos seis millones de años.

Se trata de la primera estimación directa de la magnitud de ese descenso en la Antártida a tan largo plazo, una referencia clave para poner en contexto el calentamiento actual y el derretimiento del hielo del Ártico y la estabilidad de las capas de hielo.

El enfoque por “instantáneas” climáticas complementa los testigos continuos más jóvenes, aportando datos antiguos de gran valor que ayudan a reconstruir la composición atmosférica en etapas cálidas del pasado.

Con estos datos se busca refinar cómo variaron el CO2, el metano y el contenido de calor oceánico, parámetros esenciales en la sensibilidad del sistema climático.

Implicaciones para Europa y la investigación global

El hallazgo de Allan Hills llega en paralelo a esfuerzos europeos de hielo profundo que han extendido registros continuos hasta alrededor de 1,2 millones de años, líneas de trabajo que se complementan y refuerzan entre sí.

Para España y Europa, disponer de series más largas y precisas mejora la proyección del nivel del mar en el Atlántico y el Mediterráneo y la evaluación de riesgos costeros, aportando información directa sobre la respuesta de la criosfera ante climas más cálidos.

Qué queda por responder y los próximos pasos

Los investigadores se centran ahora en aclarar qué combinación de topografía, viento y régimen térmico permite que hielo tan antiguo sobreviva tan cerca de la superficie.

Están previstas nuevas campañas de perforación en Allan Hills y un estudio de largo recorrido planteado para 2026–2031 con el objetivo de ampliar aún más el registro temporal y mejorar la resolución de esas instantáneas.

Si se logra comparar con alta precisión los gases atrapados en estas muestras y los niveles actuales, la ciencia dispondrá de referencias empíricas para validar modelos y acotar la evolución futura de la capa de hielo antártica.

El hielo desenterrado en Allan Hills no solo guarda el aliento de una Tierra más cálida, también ofrece pistas esenciales para interpretar nuestro futuro climático y preparar políticas de adaptación más ajustadas a la realidad.